¿Alguna vez has escuchado a alguien que diga, “si hay algo que odio es que me digan la verdad”? ¡No! Todos decimos lo contrario: “si hay algo con lo que no puedo vivir es con que me mientan.” Aunque, si te soy honesta muchas veces prefiero que me mientan porque la verdad puede dolerme y si yo no sé qué es mentira no se nada. ¿Qué feo no? ¡Pero es la verdad! Cuando alguien dice las cosas tal cual, no nos gusta. Preferimos lo socialmente aceptable aunque a veces nos pidan una opinión honesta. A pesar de eso, todos queremos relaciones reales basadas en confianza y honestidad. Por eso hoy quiero que juntas aprendamos a cómo se vive sin máscaras.
Cuando éramos niños, la honestidad estaba al 100% en nosotros. Decíamos cosas sin filtro. Aprendimos cómo pretender y cómo adecuar nuestras palabras con los años. Comenzamos a callar cuando nuestra mamá nos dijo, ¡Uy! ¡No digas eso! ¡Así no se habla! Fue hasta divertido y muy inocente aprenderlo porque no decíamos las cosas con malicia ni con deseos de lastimar simplemente las palabras salían así de nosotros.
Conforme fuimos creciendo fuimos modelando la forma en la que contamos algo, como nos expresamos y cual es nuestro concepto de sinceridad. Hemos observado, escuchado y visto lo que otros esperan de nosotras.
¿Has llegado a una reunión familiar y te han preguntado “¿Y ya estas saliendo con alguien?” “¿Para cuándo la boda”? “¿Para cuándo los hijos?” “¿Cuándo el segundo hijo?” “¿Siempre si van a querer un tercero?” y así toda la vida, jajaja. Son temas de conversación y nadie quiere lastimar a nadie. Somos así. Hemos definido un tiempo para cada cosa como sociedad. Y muchos a veces hemos sentido la presión de hacer o decidir algo en nuestra vida no por lo que realmente queremos sino por lo que se espera que hagamos. ¿Te ha pasado esto? Al final, ¿porque no decimos que no a veces? ¡Por el qué dirán! Crecemos alrededor de un mar de sugerencias y ese mar de sugerencias creemos que se convierte en quiénes somos nosotros.
Piensa en la persona más rara que conoces, ¿la tienes en la mente? ¿No se le ha ido todo el mundo encima con comentarios por ser diferente? ¿Por no haber hecho las cosas como el resto? ¡Yo he sido esa persona! ¡Juzgando a otras personas por ser diferentes! Cuando lo que puedo hacer es aplaudir la voz interior que siguieron. Las personas con grandes ideas nunca han sido personas comunes que siguen al resto. Siempre han tenido un toque de autenticidad. De honestidad consigo mismas.
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